Son las nueve de la mañana de un 27 de septiembre y estoy esperando un autobús que me lleve de vuelta a la residencia desde Stranhov. Junto al estadio más grande de Europa, otro resto del típico licor soviético "Nosotrosmás", llueve pero no hay donde resguardarse; me acerco a otro autobús que está vacío, y le pregunto al conductor si me deja pasar para refugiarme de la lluvia mientras espero. Me responde que no. Mierda. Busco el tabaco de liar y me doblo como una C para que no se moje; he perdido los filtros pero siempre llevo alguno suelto por los bolsillos, fumo, toso, creo que me estoy poniendo malo.
Son las nueve de la noche de un 26 de septiembre y nos dirigimos a Stranhov. He conseguido contagiar mi entusiasmo a un chico mallorquín llamado Niko con el que creo que me voy a llevar de puta madre. Metro hacia Andel y bus hasta Stranhov, la tierra prometida. Una chica madrileña con la que me lié el tercer día de llegar aquí me dijo que fuese y la verdad es que la descripción tenía muy buena pinta: conciertos, ska, cerveza, mucha gente, mucha cerveza... poco más recordaba. La primera cosa que nos mosqueó es tener que bajarnos del autobús a patadas; dos personas bajando y cincuenta subiendo, ¿qué coño? no puede ser que un festival termine a las diez de la noche, pues sí, y nos tuvimos que joder deambulando entre los restos de lo que habría sido un desfase proporcional a los mitos que circulan sobre los erasmus: tres mil personas entre varios escenarios, un iglú inchable con una sala dentro, chiringuitos /ebrigüer/, y por la tonelada de basura que habían dejado calculo que cuatro veces ese peso en cerveza y un montón de europeas ebrias que ya habían encontrado un hombro sobre el cual rebajar las consecuencias de su penosa relación con la gravedad, los europeos se tumbaban directamente en el suelo. Mierda. ¿Qué cojones hemos echo estas últimas seis horas? (la respuesta es un circuito de siete pubs, una cerveza por pub, pero tómese como pregunta retórica). Nico me miró, yo miré a Nico y casi nos echamos a llorar.
Cuando reaccionamos nos pusimos a caminar entre la mierda que la felicidad de otros había dejado, buscando quizás un grupo de españoles para hacerles la corbata y por mi parte, sobre todo, buscando a Clara, esa madrileña con la que me lié y que me mando la información que no me leí sobre el festival que nos acabábamos de perder...ole mis huebos con B. Pero entre tanta miseria teníamos que tener un poco de suerte; nos encontramos un grupo de españoles y gritamos eso que se suelen gritar los españoles que no se conocen y se encuentran to´ borrachos en un país extranjero: ¡Españoleeees! Y efectivamente, de entre los cientos de españoles que habría allí el azar quiso que uno de ellos me reconociese por haberme liado con una tal Alicia que tras cinco minutos de confusión resultó ser la Clara que andaba buscando. Epa. Me dan su número, ese que no apunté cuando me lo pasó por el FB, la llamo, me lo coge, nos encontramos. Epa otra vez.
Finalmente nos fuimos de fiesta al Bloque 10. En un pasillo ancho estilo soviético con puertas de metal a lo gulag, erasmus de carreras con prestigio social así como ingenierías, farmacias y cosas del palo, en su mayoría españoles, estaban organizando una fiesta con alcohol de contrabando (lo del contrabando viene por una prohibición reciente de todos las bebidas de más de veinte grados por una filtración de metanol que ha matado a unos 25 personas en este país, por lo que es relativamente complicado comprar) donde todo antes o después se acababa rompiendo. Una hora allí, muchas cervezas, algún chupito que otro y unos tres checos enfadadísimos cada veinte minutos y cada vez más violentos por el ruido ligeramente insoportable que estábamos haciendo, entonces, todo al rededor se cubrió de blanco y comenzamos a toser, a no poder respirar, y tuvimos que salir corriendo.....
KRONTINUARÁ