miércoles, 20 de febrero de 2013

¿Encontraría a la Maga?

Llevo mucho tiempo sin narrar de manera lineal y descriptiva esas vivencias y otras desdichas mientras viva que van aconteciendo a las afueras de este espacio de confesión escrita desde mí-contigo. Contigo es la palabra del castellano que más me fascina en este preciso momento. Y tengo mis razones: además de la universidad, que algo me ha entretenido, cuanto más tiempo paso en este país más normal me parece todo, y cuanto más normales parecen las cosas más normales son, y esa cosa llamada normalidad es la sal que se echa a las superficies blancas para que no broten las palabras.

Para leer el próximo párrafo reduce los colores de tu imaginación al blanco y al negro con la voz narrativa de Tony el Gordo de los Simspon. La escena comienza en una rueda de prensa de periodistas con gabardinas que no dejan de lanzar esos flashes ruidosos de cámaras viejas y sombreros que se difumina poco a poco hasta caer en el flashback que deja la voz reposar tras los bastidores de la escena. 

Pero saltemos a una anécdota trepidante que tuve el implacer de experimentar entre esas calles de Praga que todavía están por civilizar: esta historia versa sobre el crimen que me llevó a saborear los fríos labios de la muerte. -¡¿Qué crimen?!- Robar un abrigo. -¿Podría decirnos qué abrigo?- El mío ¿Y lo de la muerte? -pregunta un sujeto con la cara hinchada y la voz chillona desde la penúltima fila- De frío. (En la sala se escuchan suspiros de admiración. Los espectadores murmuran entre ellos. Un niño llora)-¿qué coño hace un niño aquí? -pensé antes de comenzar con mi relato como mi voz de armónica. Todo iba bien hasta que Jake el Perlas y el viejo Budd comenzaron a pelear. Se sucedieron las avalanchas de gentes histéricas sobre las prendas que no encontraron patria en el ropero. Sin espacio para moverme por la gente enloquecida mientras cuerpos anónimos juegan conmigo en un baile sin compás, como juega la marea con las boyas. -¿dónde coño andará Spike?- pensé mientras apuraba las últimas caladas de mi cigarro. Cuando conseguí abrirme paso entre la multitud miré desconsolado la cruda realidad que se alzaba ante mí: el abrigo ya no estaba. Afuera rondaban los quince grados negativos y unos ojos de mujer prometían ser el único cálido lugar donde dejar morir mis esperanzas...

Fin de la recomendación cursiva

Basta de dramas. Esto es lo que pasa cuando se asume la traducción del ser en sardina a cambio de una fiesta balcánica, absenta y la promesa de felicidad que subyace como fe tras la palabra fiesta del creyente ingenuo que dice otra noche que sale aunque no le apetezca. Menos 15 grados y yo en sudadera con una amiga alemana que espera a una amiga que no era mía y no iba a venir, ella tenía que saber que el after estaba cerrado.  She is in your place now, for sure... ¿Cómo volveré a casa? -pensé mientras me nevaba en la cara- Solo recuerdo que debí encontrar la respuesta. (¬.¬)

Y pasé ciertos días encerrado, haciendo los trabajos de la universidad y construyendo Coommunity. Con un poco de suerte y algún que otro milagro pronto sabrás lo que es. Después marché a París con mi querida Elisa, quien me invitó amablemente a compartir planes y privilegios previamente acordados con su gente. Eterno enamorado del "a ver que pasa" ("haber que pasa" tras los recortes de Wert), de Cortázar, y profundamente interesado en los restos inmortales de nuestra decrépita ilustración, acepté tras encontrar un billete asequible. Fue gracioso ver cómo nos preparábamos para el aeropuerto todavía notablemente ebrios. Elisa empeñada, y casi con razón, en que no íbamos a llegar a coger el vuelo, pero cuarenta minutos antes de que saliese ya estábamos en el aeropuerto. Cristina me dejó su mochila y Marco su marcha y huida de la residencia a un piso, y digo huida porque le atemorizaba (pese a su valor y coraje) el extraño ser vivo checo que compartía habitación con él, la gente rumorea por los pasillos que antes hablaba pero que nunca dejaba supervivientes y Jack Sparrow se calla.

En París sucedió de todo mientras me hinchaba a epifanías, esos momentos de la realidad que se comportan frente a todo lo que sabes como un resumen; cartel de Cuanta Razón en tamaño real gracias al cual pasas de la intuición a entender el todo de un solo instante que se te escapa como la foto perfecta, y te deja el tiempo con la imagen de un solo segundo tarde. Vos sabes. La cuestión es que me maté a caminar hasta que Elisa y Julia regresaron al piso donde pasamos los últimos cuatro días. Durante esos cuatro días nuestro vecino de arriba se murió o no. Todo dependía del canto gregoriano, pero ya te contaré esa historia, primero la gran epifanía y ya seguiré:

¿Encontraría a la Maga?

Me dirijo al Pont des Arts (en cursiva y en francés para que quede bien cosmopolita) donde comienza Rayuela, con la novela bajo el brazo, y me encuentro el puente repleto de candados de enamorados. Qué horror. Pongamos un candado antes de que uno de los dos dude. Amor como candado. Fácil solución. Lo curioso es que quien pone un candado inmortaliza el presente frente a su evidente desconfianza. Tengo miedo de no quererte mañana. Candado hoy. Tengo miedo de que no me quieras mañana. Candado hoy. Tengo miedo de que no nos queramos hoy. Candado hoy. Amor sin actualización. Pero quiero comparar la idea del candado con uno de mis pasajes favoritos de Rayuela para que se entienda mejor la epifanía, o mejor dicho, para que no se entienda a la primera:

***
Capítulo 93
Pero el amor, esa palabra... Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en las que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sabanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado,...




Para entender bien estas líneas es imprescindible entender el yo como un absoluto, nada de sujeto y mundo como si la conjunción "y" no fuese pura identidad; no se qué es tu risa más allá de la que escucho. Te escribo y te escribo y te describo a ti, pero después te leo y te veo escrita y escrita y descrita cuando caigo en la cuenta de que estás escrita con mi letra, entonces dejo de escribir.Un candado es hacer trampas en este juego metafísico: ¿promesa de amor eterno? Dos pájaros en una jaula se construyeron una jaula. Dos pájaros terminaron pensando que viven en la jaula que ellos construyeron. (No se que hago escribiendo sobre esto) ¿Enamorados? Quizás sí. Pero siempre pensé que el amor se parecía más a la persona ciega segura de estar acompañada aunque la compañía no dejase jamás de estar callada. Silencio. Interrogación abierta, el significado de una búsqueda que bien puede ser un mundo, interrogación cerrada:

¿Encontraría a la Maga?

1 comentario:

  1. Hacía un tiempo que no entraba por aquí, y la verdad es que esta entrada puede ser una de las que más me ha gustado. No hay candados en la realidad que te aten a quien ni siquiera es tuyo.

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