sábado, 30 de marzo de 2013

Segunda epifanía: L´écart


- Creo que esta vez se está pasando tres pueblos - le dice Carmen a Julia.
- Es cierto, es que ya son las dos de la mañana joder, normalmente apaga la música a las once.
- Y además es una música rarísima - comenta Elisa que está leyendo en la cama.
Ella ha escuchado toneladas de música, por lo que rarísima en este caso puede entenderse como un juicio estadístico.
- Lo raro es que siempre apaga la radio cuando acaba la música gregoriana -dice Julia..
- Pues a mi no me hace ni puta gracia. Tengo que entregar esto a las once de la mañana y tengo un párrafo - resopla Carmen acordándose del momento en el que le pareció buenísima idea estudiar dos años en la Sorbona.
- Quizás también le guste el electro-pop-tecnophunk - sugiero sin dejar de leer con tanta atención como incomprensión la traducción francesa de Frankenstein.
- No lo creo -ataja Carmen con total indiferencia a lo que yo pensé que calaría como una broma.- ¡Joder! No consigo concentrarme. ¡¿Cómo es posible que el viejo de arriba haga más ruido que nosotras?!
- Oye que cuando nosotras estamos de copas él nunca se ha quejado.
- ¡Pero lo hacemos los viernes o los sábados! ¡No un miércoles!

Deja de escucharse la música durante un segundo pero comienza de nuevo. La emisora cambia de programa. Música electrónica en un piso. Pum pum pum pum (periódico). Desesperación en el de debajo.

- ¿Subo a decirle algo? - me pregunta Carmen, cuyos apuntes me expulsan progresivamente de la mesa.
- Vos sabrás. No soy yo quien tiene que pasar toda la noche trabajando.

Me mira pensativa sin verme y sigue escribiendo en su plantilla. Suspira. Resopla. La música vuelva a cambiar, ahora suena más aguda y con un grave que varía de la misma forma que un metrónomo. Molesta objetivamente.

- ¡Ya está!¡No puedo más!... Voy a decirle que quite la puta música de una vez... me queda todavía más de la mitad- dice Carmen enseñándole a Julia su cuartilla medio vacía siendo optimistas- y que mierda de paredes son estas que escuchamos a los vecinos bajándose los pantalones...

- Tanta moda, tanta baguette, y tanta hostia - le acompaño divertido en su arrebato - Es curioso. En Rayuela el que se queja siempre es un hombre muy gruñón del piso de arriba, y a mi siempre me dio la sensación de que Cortázar al pequeño burgués culto abandonado por su propia cultura, el trabajador que ve en su biografía que ha levantado el país que ahora desde arriba le deja abajo. La típica angustia de quien se hace a un molde y después el molde le abandona ridiculizando su sumisión a ser moldeado. Seguro que hay algún síndrome para eso... Hoy todo puede traducirse en síndrome, solo hace falta que el síndrome se coloque como el término más aceptado a la hora de traducir... -pienso por mi parte, entonces vuelvo a hablar porque una de las muchas palabras que no entiendo del francés parece tener una importancia relevante en el texto, no en el de Mary Shelley, sino en este.

Recuerdo que el término parecía expresar aquello que existía entre las personas con mayor presencia que ellas mismas sin ser apenas nada, casi sin ser... Quizás recuerde mal o quizás me equivoque, quizás tampoco importe.

- ¡Julia! ¡¿Qué significa écart ?!
- Brecha, como vacío - me responden a la vez Carmen y Julia.


Al día siguiente nos despertó el ruido -a mí no- de una escalera de bomberos que llegaba hasta la ventana de arriba. La policía ha cortado la calle. Suenan cristales rotos. Parece que nuestro vecino de arriba había fallecido, quien sabe si mientras hablábamos de él, al otro lado de un techo tan fino que dejó pasar el sonido de la música callándose todo lo demás.

No estábamos seguros de que hubiese fallecido, todo dependía de que la música volviese a sonar.









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